< Previousla iglesia, considerando «sin importancia» el rechazar los mandatos y enseñanzas de los Apóstoles. A mediados de la década de los años sesenta, comenzaron los cambios de la Misa, confeccionados por la masonería vaticana, por medio de la Sagrada Congregación de los Ritos. Estos cambios fueron mandados a todas las archidiócesis del mundo, en una obra tan amplia y completa como costosa, y de ellas a todas las parroquias del mundo. Cada semana o casi cada semana, llegaron los ‘cambios de Roma’. El primero de estos cambios, ¡qué casualidad!, era quitar la oración a San Miguel que el sacer- dote rezaba al pie del altar después de la Misa. Después de un par de años la ‘misa’ quedó irreconocible como misa y ambigua como sacrificio, culminando en la total abolición de la verdadera Misa en noviembre de 1969, cuando el Santo Sacrificio Incruento en el que se perpetúa realmente el Calvario y se derrama la Sangre Divina para la Redención de la humanidad, fue suplan- tado por el herético “Novus Ordo Missæ” que es un banquete o cena, y por tanto seudomisa. La Santa Misa tenía que ser centro del plan. No trataron de quitarla de una vez, porque eso hubiera sido imposible; pero tuvie- ron una especialísima estrategia de ataque, que se sintetiza en los puntos siguientes: Todo el ataque consistía en quitarle el sentido sagrado de ser la renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz, y de- jarla reducida nada más que a un banquete de confraternidad. El plan decía: los cristianos dicen que la Misa es banquete, enton- ces insistimos en eso, en que sólo es eso, un banquete de hermanos. Para ello propusieron muchos detalles; cada uno de ellos parecía que no le quita nada a la Misa, decían, pero todos en conjunto la con- vertirían en banquete de «hermanos», y cuando el Sacrificio del Calva- rio desapareciera de la Santa Misa, la hermandad desaparecería, como se derrumba un mástil al que se le quita el cimiento. Lo primero, co- sas sencillas, y que parecían razonables: que se dijera en el idioma de cada uno, para así entenderse mejor en el banquete. Con ello decía el plan, se consigue quitar un poco el misterio sagrado de la Misa. La Misa cara al pueblo, y que el Sacerdote mire a la gente. Esto se aceptaría fácilmente, decía el plan, ¡no puede ser que el Sacerdote dé la espalda a los feligreses! Con esto tan sencillo el plan pretendía conseguir cosas importantes. La primera era que Dios no fuese el Centro de la Misa, sino los hombres; que el Sacerdote no mirase a Dios, sino a los hombres. Antiguamente, el Sacerdote no daba la espalda a los cristianos, sino la cara a Dios, como lo hacen todos los cristianos: el que está sentado en la segunda fila no da la espal- da al que está en la tercera fila, sino que da la cara a Dios. Un requisito esencial para decir la Santa Misa era siempre que el Altar tu- viera un Crucifijo. Pero al mirar el Sacerdote al público, el Crucifijo mira al Sacerdote, pero da la espalda a los cris- tianos, por lo que sobra el Crucifijo del Altar. En el Altar siempre había reli- quias de Santos, pero ya sólo una simple mesa de madera, ¡o de lo que sea! por- que se convirtió en un banquete. El caso era quitar de la Santa Misa todo lo que sonaba a «sagrado». Insistir en la naturalidad, decía el plan masónico. Quitar las genuflexiones y que cada Sacerdote use la palabra que mejor le salga, y los movimientos que más le agraden con tal de que haga ge- nuflexiones en la Consagración; todo lo demás sobra, que lo haga a su modo. Y que siga usando los dedos índice y pul- gar para otras cosas después de consa- grar con ellos. El caso era quitar todo lo misterioso y sagrado, poco a poco. Que se lean lecturas, así se parecerán más a los servicios de los protestantes, decía el plan; el caso es que el Sacrificio del Calvario quede reducido a lo me- nos posible, que no sea lo central. Que se hable mucho, que se cante mu- cho, que se saluden los hermanos, que se pida perdón… insistir en todo lo que los pueda olvidar un poco de Dios, de ado- rar a Dios… ¡Que adoren al hombre! Se nota que el plan era refinadamente diabólico, porque se basa en cosas bue- nas, pero su objetivo es quitar la adora- ción a Dios, hacer olvidar el Sacrificio de Cristo… y derrumbados los cimien- tos, «el mástil de la hermandad se de- rrumbará».El Sagrario es un problema ahora, porque al mirar el Sacerdote al público le está dando la espalda al Sagrario. Por lo tanto será mejor quitar el Sagrario del Centro de la Iglesia, ponerlo a un lado, y así el Sacerdote no le dará la espalda durante la Misa. Con eso, dice el plan, quitaremos los Sagrarios del centro de la Iglesia. ¡Esto será un gran paso…! Poco a poco insistir en lo del banquete, para dejar a Cristo fuera y reunir los «hermanos» en confraternidad. Será en definitiva reunión de herma- nos, pero no adoración a Dios, no acción de gracias a Dios. Se conseguirá un ban- quete de «hermanos», pero se olvidarán del Sacrificio de Cristo. Insistir en el amor a los «hermanos» protestantes, y que la Misa se parezca lo más posible a los servicios de los protestantes, para así atraer mejor a los «hermanos separa- dos» a la Iglesia Católica, decía con iro- nía el plan masónico. ¡La Comunión de pie y en la mano! Todo el propósito del plan es quitar en los hombres el amor a Dios, porque, ra- zona, al final si no ama a Dios nadie va a amar al prójimo; el amor al prójimo no puede existir sin una razón, el amor al prójimo es un imposible sin el amor a Dios. La Eucaristía es lo central en el catolicismo, dice el plan, porque es ¡nada menos! que Cristo Dios hecho Pan por amor a los hombres. No se pue- de quitarla de una vez, porque ningún católico lo aceptaría; pero propone una estratagema de ataque refinadamente satánica: lo primero, quitar lo más posi- ble todo aspecto sagrado de la Eucaris- tía; que la gente no se arrodille para re- cibir la Comunión, por ejemplo, insis- tiendo en que es una comida y hay que hacerla de forma natural. Coger la Co- munión con la mano ayudaría a quitarle también ese sentido misterioso, divino, sagrado… es una comida…, sin miste- rios, que nada suene a sagrado, sino na- tural, que se coma, que se mastique… que se haga como en la Última Cena de Cristo. Esta primera parte está tan bien planeada que convence a cualquiera: in- sistir en que se haga como lo hizo Cris- to… hacerlo de modo natural… al más bueno convence… pero el fin es tratar de quitarle el sentido sagrado, misterio- so, ¡quitarle importancia a la Eucaristía! Lo más importante de esta parte del plan, y es el segundo punto, es conseguir que Cristo Dios no sea el centro de la Eucaristía, sino insistir en que la Euca- ristía es una cena de confraternidad, en un banquete de comunión de los cristia- nos, donde se reúnen para amarse. Esta segunda parte es lo esencial, cambiar el sentido de la Eucaristía, insiste reitera- damente el plan, e indica que es fácil de conseguir: insistir en el elemento de her- mandad, de comunión, de reunión de hermanos… y continúa con ironía di- ciendo: ¡Dejad que los «hermanos» se reúnan y se «amen»!; en cuanto les falte lo sagrado, esos «hermanos» van a ter- minar discutiendo, y van a terminar por pelearse «fraternalmente». Para conseguir esto esencial, el plan propone muchas ideas que ayudan a quitarle el sentido «sagrado» de la Euca- ristía, como eliminar las exposiciones del Santísimo porque ahí no hay «ban- quete» de «hermanos». Propone que se hagan las Misas y las Comuniones en las casas privadas, porque así se quita ese valor «sagrado» de la Iglesia, de la Euca- ristía; no es que se quite de una vez, dice el plan, pero todo eso ayuda a ir quitan- do el sentido «sagrado» de la Eucaristía y convertirlo en sólo una reunión de confraternidad. Así, propone que no se use bandeja para distribuir la Comunión porque, ex- plica, hay que decir que si se caen par- tículas de la Hostia, no importa, Dios, al fin y al cabo, está en todas partes. El plan era de refinada maldad diabólica, ofrecía cosas que parecían razonables, pero que en definitiva no eran más que grandes mentiras disfrazadas de verdad. ¡Fuera la Virgen y los Santos! Esto es- taba en los primeros pasos del Master- plan: insistir en que sólo se debe adorar a Dios, no a la Virgen ni a los Santos. El plan es muy sutil en esto. Dice que los católicos entendidos saben muy bien que la Iglesia Católica sólo adora a Dios, y que a los Santos los venera como ami- gos de Dios, no los adora. Entonces, que será muy fácil meter a la gente sencilla la idea de que la Iglesia Católica adora a los Santos, ya que los tienen en los Alta- res y que eso está muy mal; que sólo se debe adorar a Dios. En cuanto a los Santos, el plan tuvo éxito fácilmente en muchos sitios. Rápidamente, en la ma- yor parte de las iglesias, no hubo santos en los altares; en cada sitio dan una ra- zón distinta, pero el hecho es que los santos desaparecieron de muchas Igle- sias. En cuanto a la Virgen Santísima el plan tuvo mil argumentos para destro- narla en el Conciliábulo Ecuménico: para acercar más a los «hermanos» pro- testantes no insistir en la grandeza de la Virgen, no insistir en que es Madre de Dios; basta con adorar a Cristo, lo de- más no es necesario… Parecía que por primera vez en la historia de la Iglesia, la Santísima Virgen iba a ser destronada de su lugar privilegiado en la liturgia y en la cristiandad… pero vino el Papa Pablo VI ¡en persona! y la nombró «Madre de la Iglesia». El plan siguió tra- bajando en el asunto, estimando esencial destronar a la Virgen para destruir la Iglesia. Sugiere que no se recen rosa- rios, porque eso aleja a los «hermanos» protestantes. Que no se hagan novenas a la Virgen, porque eso es de «beatos». La masonería consiguió que el pueblo la honrase sólo con los labios, mas que su corazón estuviese lejos de la Santísima Virgen, pues la gente seguía llamando a María la «llena de gracia», la «bendita entre todas las mujeres», la «Madre de Dios y Madre Nuestra», pero en la práctica mostraron su desinterés en ve- nerarla, pues dejaron de imitar su mo- destia, su humildad, su pureza y sus de- más virtudes. El plan era diabólico. Se dice que ha- bía muchos miles de sacerdotes católi- cos que realmente no eran católicos, sino comunistas falsamente ordenados de sacerdotes. Pero estos no eran los reales ejecutores del plan, sino sus pro- pagadores. Los ejecutores del plan eran los sinceros católicos que se dejaron en- gañar; los Obispos, Sacerdotes y las monjas de verdad que se dejaron enga- ñar por el lema de «amor al prójimo». Los fieles católicos fueron usados por la masonería para llevar a cabo sus objeti- vos; les embaucaron con medias verda- des que eran las peores mentiras, para que implantaran en el mundo el amor al prójimo, sin el amor a Dios. Les usaron para suplantar a Dios por el hombre; para que se adore al hombre y se olvide a Dios; para que se ame a la mujer y se olvide a la Virgen. Todo con la esperan- za de que, faltando el amor a Dios, se destruiría el amor al prójimo y se hundi- ría la Iglesia de Cristo. Engañaron con la mentira de que se puede ser masón y católico a la vez; que se puede ser católico y a la vez espiri- tista. Ya nos previno Cristo que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Así los hijos de la luz, por haber abandonado la ora- ción y el fiel cumplimiento de la Ley de Dios, se dejaron engañar por los hijos de las tinieblas. La anti-iglesia o sinagoga de Sata- nás, llamada con el tiempo masonería, fue fundada en tiempos de Cristo; tra- tó de desprestigiar su doctrina hasta darle Muerte, a fin de que no fuese te- nido como el auténtico Mesías; y, tras la Muerte de Cristo, decretó la perpe- tua persecución contra la verdadera Iglesia. Los sectarios judíos, al consu- mar su apostasía con el abominable deicidio, pasaron a ser los enemigos más feroces de la Santa Madre Iglesia y los promotores de las principales he- rejías y desórdenes del mundo. Los ju- díos no convertidos son el fundamento y las columnas de la masonería, la cual es la madre de todas las revoluciones contra Cristo y su Iglesia, y de todas las persecuciones que ésta ha sufrido a través de la historia. Han luchado siempre contra la Santa Madre Iglesia usando de todos los perversos medios a su alcance, especialmente de la men- tira, de la calumnia y del crimen, como bien lo prueban las actuaciones de ellos contra los Apóstoles y primeros cristianos. Los sionistas, en el curso de los siglos, fueron infiltrándose sagaz- mente en el clero y en los gobiernos y pueblos católicos, a fin de destruir desde dentro la Iglesia que Cristo fun- dó, como bien lo prueban, no sólo al- gunos de los textos del Nuevo Testa- mento, sino también los mismos he- chos históricos, así como documentos eclesiásticos y civiles, y muy especial- mente los archivos de la Santa Inquisi- ción, institución ésta muy digna de alabanza, por su labor de lucha, du- rante siglos, contra dicha infiltración. Las matanzas llevadas a cabo en las revoluciones promovidas por el sionis- mo, como las comunistas, han vertido verdaderos torrentes de sangre ino- cente con suma crueldad e impiedad; y notables son los crímenes horribles co- metidos por el maldito capitalismo opresor, otro fruto del sionismo. Los sionistas, en el curso de la historia, han conseguido suplantar, en muchas de las naciones, la Fe Católica por el ma-terialismo, así como reducirlas a la esclavitud con la opresión, y adueñarse al mismo tiempo de sus riquezas. Hoy día, los sionistas son los que dirigen los gobiernos del mundo, con la aspiración de for- mar un solo gobierno universal. Lo que más extraña, de la masonería, es que tantos miembros de la sociedad es- tén dispuestos a ingresar en esta socie- dad diabólica, haciéndose siervos del de- monio, y así traicionan a Dios, a su pa- tria, a su familia, a su propia alma y a todo lo que es auténtico e íntegro, ¿a cambio de qué?: la ruina de los demás y su propia ruina. Ciertamente, hubo muchos tradiciona- listas que denunciaron las herejías y co- rrupción reinantes, y escribieron trata- dos eruditos desvelando las heréticas in- novaciones en el Novus Ordo de la Misa. Pero muchos de esos tradiciona- listas echaron la culpa al Papa San Pablo VI y hasta llegaron a declararle hereje, y algunos de ellos se separaron del Papa, porque no se dejaron guiar por las Apa- riciones de María Santísima. La Santísima Virgen María no pudo quedar indiferente al ver a la Iglesia des- truirse así, sino que se dispuso para aplastar la cabeza de la antigua serpiente infernal, en cumplimiento de la promesa de Dios en el Génesis.Las Apariciones en El Palmar de Troya l 30 de marzo del año 1968, la Santísi- ma Virgen María se apareció a cuatro niñas en el Sagrado Lugar de El Palmar de Troya, Utrera, Sevilla, España, sobre un Lentisco, en donde hoy se ve- neran, dentro de la Basílica Catedralicia Palmariana, la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo y la Imagen de Nuestra Madre del Palmar Corona- da. Tras estas primeras niñas, fueron surgien- do otros videntes. El día 30 de septiembre de 1969, Clemente Domínguez y Gómez tuvo su primera visión, convirtiéndose en el mensaje- ro principal; pues, Nuestro Señor Jesu- cristo y la Santísima Virgen María, le dan los mensajes más trascendentales y comprometedores. Los Mensajes Apocalíp- ticos de El Palmar de Troya, dados a Cle- mente Domínguez, son: una llamada conti- Es María Divina Doctora, ¡Oh María, tu nombre resuena! Y la tierra, al oírlo, se llena de esperanza, de júbilo y paz.Next >