< Previousnifiesta por el número de sus miembros. Es Católica o universal también en el tiempo: desde Cristo, persevera a través de los siglos. En cambio, la iglesia romana ha dejado de ser católica, por haberse convertido en una nueva iglesia masónica inspirada en el luteranismo, aunque puede sarcásticamente llamarse ‘ca- tólica o universal’ por cuanto que abarca todos los errores. Finalmente, la Iglesia Palmariana es Apostólica por su origen y por su doctrina: ha conservado, con el Símbolo de los Apósto- les, todas sus enseñanzas y tradiciones apostólicas; y es Apostólica por la sucesión no interrumpida de sus Pontífi- ces. Los Papas se remontan hasta San Pedro I, y los Obispos son los sucesores legítimos de los Apóstoles. La apostolicidad es la nota mayor de la Iglesia de Jesu- cristo. La Iglesia conserva y enseña la doctrina de los Apóstoles. La Iglesia Palmariana es Apostólica, en su origen, en su doctrina y por la sucesión apostólica de sus Obispos, que vienen de los Apóstoles. En cambio, la iglesia romana ha dejado de ser apostólica, por cuanto que ha rechazado la doctrina, las enseñanzas y tradiciones de los Apóstoles; ha re- chazado no sólo el mandato apostólico de cubrirse la cabeza de la mujer en la iglesia, sino también el más grave mandato apostólico de «huir de los herejes», que la Iglesia antes cumplió fielmente durante siglos. Roma ya no predica la Doctrina de los Apótoles, y así cae bajo el anatema del Apóstol San Pablo: «Si cualquiera de nosotros, los Apóstoles de Cristo, o incluso un ángel del Cielo, os predicasen un Evangelio dife- rente del que os hemos ya enseñado, sea anatema». Además, la iglesia romana ya no puede llamarse apostólica porque ha perdido la garantía de la sucesión apostólica en sus obispos, desde que esta sucesión ha sido interrumpida por los masones y comunistas infiltrados en su jerarquía durante muchos años, los cuales no eran verdaderos sacerdotes ni obispos, sino más bien anti- sacerdotes y anti-obispos, y así no podían transmitir la sucesión apostólica. Por lo tanto, muchas de las ordenaciones sacerdotales y consagraciones episco- pales de la iglesia romana eran inválidas, y por lo tanto sus ministros ya no pue- den afirmar con certeza que fueron ordenados válidamente. Además, desde 1982 ningún sacramento de la iglesia romana es válido. La verdadera Iglesia es Palmariana, porque su Sede está ahora en El Pal- mar de Troya, Sevilla, España, desde que la Cátedra de San Pedro fue tras- ladada aquí desde Roma, a la muerte del último Papa en Roma, San Pablo VI, en agosto de 1978. Además, la verdadera Iglesia de Cristo es indefectible, invencible e indestructible, por la mis-ma promesa de Su Divino Funda- dor: «Las puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella». La Iglesia Palmariana, pues, es la única verdadera Iglesia de Jesucristo, porque Cristo no fundado más que una Iglesia, como no ha enseñado más que una sola doctrina e insti- tuido un solo Jefe. Ninguna de las sociedades religiosas separadas de ella po- see la unidad de doctrina y de go- bierno; ninguna produce Santos; ningu- na se remonta hasta Jesucristo; y ninguna tiene por superiores legítimos a los sucesores de los apóstoles. Ninguna de esas sociedades religiosas tiene en su seno al legítimo sucesor de Pedro, Ca- beza y Centro de toda la Iglesia, aunque la apósta- ta iglesia romana engañosamente pretende que lo tiene. Por consiguiente, no son la Iglesia de Jesucris- to. La Religión cristiana no se halla sino en la Iglesia Católica Pal- mariana. Cristo no ha dado sino a su Iglesia los poderes de enseñar la Religión, de conferir la Gracia y de guiar a los hombres a la felicidad eterna. Por consiguiente, todo el que, volunta- riamente, queda fuera de la Iglesia católica palmariana, no practica la Religión de Jesucristo, sino de- sobedece a Jesucristo. La Iglesia católica palmariana es la verdadera Iglesia de Jesucristo; por consiguien- te, es divina. Es la Iglesia del Papa, sucesor de San Pedro, la única Iglesia que es una, san- ta, católica y apostólica. Desde los primeros siglos del cristianismo hasta poco antes del conciliábulo Vaticano II, Hacedlo todo en María, con María, por María y para María.Pronto, muy pronto, tendréis el Gran Acontecimiento, que será ver con los ojos las Maravillas de Mi Madre. Quedarán todos maravillados de la Gran Visión que tendrán. La recordarán siempre como lo más grande que han conocido. Será el momento oportuno para que se conviertan muchos pecadores, se sanarán los enfermos...cuando em- pezó a ma- nifestarse la obra del progresismo demoledor, es- tas cuatro se- ñales eran evi- dentes: la Iglesia era una, santa, católica y apostó- lica. Pero ahora, desde el traslado de la Sede Apostólica al Palmar de Troya en 1978, estas señales brillan en Roma por su ausencia, pues la iglesia romana muestra sólo su fealdad y apostasía, por mucho que trate de disfrazarse con apa- riencias de santidad. Las auténticas se- ñales de veracidad son patrimonio ex- clusivo de la Santa Iglesia Católica Pal- mariana. Es más; los propios jerarcas de la igle- sia romana dan testimonio de que deja- ron de ser los legítimos Ministros de Dios, porque dejaron de cumplir la mi- sión y de ejercer la sagrada autoridad que el Señor encomendó a sus Apósto- les. Jesucristo dio a su Iglesia una triple autoridad: una autoridad doctrinal para enseñar las verdades reveladas; una au- toridad pastoral para gobernar a los hombres y dirigirlos hacia el Cielo; una autoridad sacerdotal para purificarlos de sus pecados, santificarlos y hacerlos dignos de la visión beatífica de Dios. Roma no enseña la doctrina con autori- dad, por cuanto que aprecia las herejías y otras religiones; no ejerce una autori- dad pastoral porque, en lugar de dirigir a los hombres hacia el Cielo, permite que se pisoteen los Mandamientos de Dios; y no ejerce una autoridad sacerdo- tal desde que abolió el Santo Sacrificio, convirtiéndolo en un banquete. Fuera de la Iglesia no es posible la en- señanza de la verdadera doctrina, ya que sólo dentro de la Iglesia se tiene el Sagrado Depósito de la Divina Revela- ción infundido en el alma; fuera de la Iglesia no es posible el pastoreo de las almas, ya que tales pastores son enemi- gos de Cristo y María; fuera de la Iglesia no es posible el ministerio sacerdotal, ya que sus sacramentos y sus misas son nu- las al no poder tener la habitabilidad de Cristo en el corazón. Dios estableció la Iglesia para ilumi- nar a los hombres, perfeccionarlos, ha- cerlos mejores y conducirlos al Cielo; por lo mismo la verdadera Iglesia debe ser santa. Y, como ya se dijo, la Iglesia Palmariana es santa en su Doctrina, que prescribe todas las virtudes y condena todos los vicios; es santa en sus Sacra- mentos, que producen la santidad y dan una fuerza divina para practicar las más hermosas virtudes. El verdadero católi- co palmariano posee lo que no se halla en otra parte: el temor de ofender a Dios, el arrepentimiento de sus culpas, los cuales quedan perdonados en el Sa- cramento de la Confesión; el amor a la oración y a las comunicaciones con Dios. Muy excelso es el Sacerdote católico palmariano; es lo contrario de los minis- tros de las anti-iglesias: al cura romano, al pastor protestante, al pope ortodoxo, al rabino judío, porque es el único que ofrece el Santo Sacrificio. Los religiosos palmarianos realizan la perfección evan- gélica mediante los votos de pobreza, de castidad y de obediencia, tal como se realizaba tradicionalmente en la Iglesia. La unidad es el sello de las obras de Dios, y la verdadera Religión debe unir a los hombres entre sí para unirlos a Dios; debe unir las inteligencias en la verdad, los corazones en la caridad. Debe poseer esta fuerza unitiva que hace de toda la Iglesia una sola socie- dad. Sólo la Iglesia Católica Palmariana presenta la perfecta unidad de las inteli- gencias por la profesión de una misma Fe, la unidad de las voluntades por la sumisión de todos los fieles al mismo Su- premo Gobernador y la unidad de los corazones en una misma esperanza y en un mismo amor. Respecto a la inmutable estabilidad de la Iglesia, Nuestro Señor Jesucristo dijo un día a Simón Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalece- rán contra Ella». ¡Extraña promesa! Un Hombre que no tiene dónde reposar su cabeza elige a un pobre pescador para Fundador y Soberano de un imperio in- menso e imperecedero. Pedro estableció un imperio que subsiste desde hace veinte siglos, en medio de todas las revo- luciones del globo y a pesar de los es- fuerzos del mundo y del infierno conju- rados para destruirlo. La historia lo cer- tifica, los más poderosos emperadores se han lanzado sobre él con todas sus fuer- zas, y han sido vencidos. Han caído, y el sucesor de Pedro quedó en pie; él está en El Palmar de Troya, y está allí con su cruz, y dicta leyes a los pocos católicos fieles que quedan en este desierto; pero cuando llegue el momento, su voz reper- cutirá en todo el universo. Jesucristo hizo a su Iglesia deposita- ria y guardiana de su doctrina, de sus poderes y de sus gracias. Por consi- guiente, fuera de la Iglesia de Jesucristo no hay salvación posible.«Salve, salve, cantad a María: ¿Quién más pura que Tú? Sólo Dios. Y en el Cielo una voz repetía: más que Tú, sólo Dios, sólo Dios»Además, la Iglesia posee tres propie- dades esenciales: la visibilidad, la perpe- tuidad y la infalibilidad. La visibilidad consiste en que la Igle- sia puede ser vista y reconocida por los hombres como una sociedad religiosa fundada por Jesu- cristo. Si fuera in- visible, los hom- bres no podrían re- cibir de ella ni la doctrina de Jesu- cristo, ni sus leyes, ni su gracia; por lo tanto, no estarían obligados a formar parte de la misma, puesto que no la podrían ver ni conocer. La perpetuidad o indefectibilidad con- siste en que la Iglesia debe durar sin in- terrupción hasta el fin del mundo, y con- servar inalterable su doctrina, su moral y su culto. Jesucristo instituyó su Iglesia para todos los hombres y para todos los tiempos. La infalibilidad es el privilegio conce- dido a la Iglesia de no poder engañarse ni engañar cuando enseña la doctrina de Jesucristo. Es la asistencia parti- cular del Espíritu Santo, que impide que la Iglesia caiga en error. Sólo es infalible aquel que, en nombre de la Iglesia, tiene la misión y el derecho de declarar cuál es la verdad revelada por Dios y de conde- nar el error opuesto; es decir, el Papa. A ¡Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo y protección contra las asechanzas y perversidad del demonio!Pedro es a quien Jesucris- to confirió la autoridad in- falible. En resumen, recorde- mos que en el siglo XVI, muchas naciones apostataron de la Fe a causa del protestan- tismo; en el siglo XX la apostasía ha sido aún mayor, porque la iglesia romana permitió la corrupción de costumbres, las herejías y la infiltra- ción de enemigos disfrazados. El Papa San Pablo VI era prisionero en el Vati- cano, sometido a drogas e inutilizado por sus enemigos. Cuando a su muerte, el 6 de agosto de 1978, el Vaticano que- dó en manos de la masonería, entonces Nuestro Señor Jesucristo cumplió fiel- mente con su solemne promesa de asistir a su Iglesia y de no permitir que las puertas del infierno prevalezcan contra Ella. Cristo mismo eligió al sucesor de San Pablo VI: el Papa San Gregorio XVII, un Papa que aprendió la sana doctrina en el mismo seminario que el Apóstol San Pedro, pues lo aprendió di- rectamente del Señor y de su Santísima Madre en sus múltiples apariciones y mensajes. En cumplimiento de lo profetizado en el Apocalipsis, la Santa Sede fue entonces traslada- da de Roma al lugar preparado por Dios en el desierto del Pal- mar de Troya. El Señor cumple la promesa de estar con su Iglesia Admirable es cómo el Se- ñor cumplió su promesa de estar con la Iglesia hasta la consumación de los siglos y que las puertas del infierno no prevale- cerán contra Ella. Nuestro Señor Jesu- cristo siempre supo librarse de los ata- ques de sus enemigos: la Sagrada Fami- lia huyó a Egipto para librarse del rey Herodes; cuando iban a arrojarle al pre- cipicio en Nazaret, Jesús pasó en medio de sus enemigos y se alejó; y aun cuando le prendieron en la noche de su Pasión, el Señor arrojó a sus enemigos al suelo para mostrar que podía librarse de ellos. También sabe intervenir para salvar a su Iglesia, como cuando libró milagrosa- mente de la cárcel al primer Papa, San Pedro. En El Palmar, Nuestro Señor y su Santísima Madre prepararon una Orden Religiosa, un Colegio Episcopal y una Iglesia; y el mismo día en que mu- rió el último Papa del Vaticano, San Pa- blo VI, el Señor mismo eligió a su suce- sor, el nuevo Papa, trasladando así la Santa Sede al Palmar de Troya. Con esto, cumple varios fines: salva a la San- ta Iglesia de las garras de sus enemigos; la purifica y la em- bellece, pues así resplandece, como un oasis en el de- sierto, el grupo que honra a Dios y cumple su santa Ley en medio de un mun- do corrompido; y li- bra a los auténticos católicos de los per- versos y falsos pasto- res que, como guías ciegos, estaban des- viándoles por malos caminos. Con este traslado, castiga a los malos católicos, a los que abandonaron las buenas costumbres y la vida de oración que co- rresponde a los discípu- los de Cristo: se quedan sin Sacramen- tos y apartados del Buen Pastor, inmer- sos en las tinieblas que hoy reinan por doquier. Cuando, a la muerte del Papa San Pablo VI, Cristo eligió a San Gre- gorio XVII como nuevo Papa, entonces ya no pudo haber un cónclave válido en Roma, aun en el caso de existir auténti- cos Cardenales, por cuanto que Grego- rio XVII ya era Papa y no pudo haber otro más. Alguno dirá que Cristo no puede in- tervenir y elegir personal- mente a un Papa, porque el Papa tiene que ser elegido en un cónclave en el Vaticano. Esto es falso, por-Next >